Paz, Amor y Felicidad

Paz, Amor y Felicidad

jueves, 28 de enero de 2016

MICRO ABIERTO POR LA PAZ. Discurso final

     Recuerdo perfectamente el día en el que me colocaron un fusil entre las manos. Yo no sabía lo que era, pero me enseñaron a usarlo. Ese día me despojaron de toda la libertad con la que un niño de diez años podía soñar. Yo quería ser médico y ayudar a la gente. Pero me hicieron cambiar mis sueños. Recuerdo perfectamente el día en el que maté a un hombre, la sangre corría por mis manos como si fuera un río. Pero no me importó, porque me habían enseñado que esa era mi obligación. Me enseñaron a no sentir pena, ni lastima, ni amor, helaron mi corazón y lo hicieron de piedra. Cada día me advertían que el enemigo llegaría tarde o temprano y que yo debía de estar preparado, y lo estaba. Mis generales invadían pueblos, secuestraban a niños y violaban a las mujeres. Yo observaba como hacían dinero de aquello. Y yo, en silencio, miraba y aprendía. Porque en mi pequeño pueblo no se podía aspirar a nada más. Nunca he asistido a la escuela, pero la verdad es que no me ha hecho falta, la vida me ha enseñado todo lo que tenía que saber. Yo no temo a la muerte, temo a la vida, a estar vivo, porque cuando muera estaré en paz. Me enseñaron a estar dispuesto a sacrificar mi vida por mis ideales, y eso hago. Siempre me ha gustado escribir, ahora lo hago porque lo necesito, estoy al filo de la muerte entre las trincheras, rodeado de mis amigos, pero la mayoría de ellos han muerto por una bala mal parada, esta guerra me está matando. No tengo descanso, aunque tampoco tengo tiempo para sufrir. La guerra saca lo peor de las personas. Sé que esta noche voy a morir, pero así podré alejarme de este mundo cruel. No quiero seguir luchando, estoy cansado de matar, sólo tengo 23 años, y yo sólo quería conocer mundo. Nunca he salido de este infierno, mi pueblo siempre ha sido mi prisión y mis generales mis carceleros. Espero que si alguien encuentra mi cuerpo, y mi historia, que luche por la paz, que no luche por en una guerra sin sentido, donde todos, vencedores y vencidos son derrotados.


    Malik murió aquella noche, entre balas y lágrimas, una noche de sueños rotos y de almas en pena. Imaginad un mundo sin guerras, tanto esta historia como la de muchos otros no hubiera ocurrido. Muchas personas habrían dejado de sufrir, muchas madres dejarían de ir a los cementerios para visitar a su joven hijo que descansa bajo tierra, muchos de nuestros abuelos no estarían enterrados en una fosa común. Las personas no nacemos odiando, deben de enseñarnos, el ser humano es bueno por naturaleza. ¿Por qué contradecir a la madre tierra? En un mundo sin guerras, no existirían las armas, y los niños soldado no tendrían que aprender a usarlas. Las guerras pueden acabarse, sólo, si nosotros queremos.

    Entre todos tenemos en nuestras manos el mundo. Un mundo que estamos destrozando, por la ignorancia, la avaricia y el miedo, la cultura te da la capacidad para que nadie te manipule. No tenemos que tener miedo a lo desconocido. La diversidad nos enriquece, complementa nuestras almas. Ser distintos nos enseña a amar. Todos somos humanos, habitantes de la tierra, no importan las razas ni las clases sociales, ¡ni la misma nación! Ni la religión. Cuando nos quitemos esta venda de los ojos, nos daremos cuenta de que nada importa, de que solamente hay amor en las personas, un amor inmenso que tenemos que compartir. Debemos tratar a todo el mundo como si fuera parte de nuestra familia. Tratarlos con delicadeza y ponernos en su lugar. Estamos aquí para dejar huella. Seamos valientes, tenemos la oportunidad de cambiar muchas cosas. Nuestro corazón tiene que calmarse, debemos enseñarle a respirar. No nos falta la fuerza, nos falta la voluntad. Solamente tenemos que unir nuestras palabras y luchar por nuestros derechos, luchar por la paz. Para que ningún niño pase hambre, para que ningún niño pase frío, para que no se sientan solos y desgraciados, para darles felicidad y recuerdos, para que puedan ser escolarizados. Pero la paz no sólo es esto, la paz es un mundo sin violencia de género, sin violencia animal, un mundo tranquilo, respetuoso y generoso, un mundo donde no ocupe el miedo en su gran mayoría, un mundo que llore de alegría y no de tristeza, donde la igualdad nos una y donde la palabra ‘diferente’ no exista. Yo deseo un mundo en el que las personas no mueran de hambre, en el que tengamos nuestras consciencias tranquilas, en el que el telediario no esté lleno de desgracias. Porque somos nosotros, aquí y ahora, los que podemos empezar a cambiar el mundo. Poco a poco se consiguen las cosas. Tenemos que luchar con sonrisas, con la oratoria y con caricias. Y dejar las armas, los malos tratos, y las guerras guardadas, para que con el tiempo, al no usarlas y nadie las recuerde, desaparezcan de nuestro mundo.

    Una vez dijo un hombre: “Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero no  hemos aprendido el sencillo arte de vivir como hermanos”


ê Lucía Rodríguez Trujillo (2º de Bachillerato A)


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